Café: ¿bueno o malo para la diabetes? – CENTRO MÉDICO EN QUITO
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Café: ¿bueno o malo para la diabetes?

La diabetes afecta a un gran volumen de personas en todo el mundo y su causa y tratamiento son más complejos de lo que inicialmente parece. Tendemos a buscar el alimento culpable o, en su defecto, el superalimento que nos llevará a prevenir y curar esta y otras múltiples patologías. Nada más lejos de la realidad, pero, si de un alimento debemos hacernos eco, es justamente de uno que se consume a lo largo de todo el globo y en múltiples sociedades, razas y siglos: el café.

A lo largo de la historia, el café ha sido objeto de una notable ambivalencia. Se ha pasado las últimas décadas generando admiración y críticas a partes iguales. Pero ahora, con el auge de la investigación en el ámbito de la nutrición, se ha arrojado mucha más claridad sobre la gran pregunta: ¿Es el café bueno o malo para la diabetes?

El grano de café se caracteriza por su rica composición de componentes bioactivos, es decir, nutrientes o elementos que tienen un poder sobre la salud humana. Más allá de su contenido de cafeína, este estimulante natural alberga en su interior una variada gama de micronutrientes con propiedades antioxidantes y propiedades antiinflamatorias de gran relevancia. Sin embargo, resulta intrigante que estos mismos compuestos, que en un primer vistazo parecen proporcionar beneficios innegables, hayan sido históricamente asociados con el aumento de la presión arterial y un elevado riesgo de padecer un infarto de miocardio, marcando así el punto de partida de una fuerte polémica en el mundo de la investigación científica y la salud.

Las dosis de cafeína pueden ejercer un efecto variable dependiendo de cada individuo y de la cantidad de ingesta. En el rango de dosis bajas a moderadas, que oscilan entre 50 y 300 mg, se inician efectos que inciden positivamente en el estado de alerta, la energía y la capacidad de concentración, brindando así una percepción de bienestar (1). Sin embargo, cuando hablamos de dosis más elevadas, puede empezar un panorama menos deseable, donde la ansiedad, la inquietud, el insomnio y un incremento de la frecuencia cardíaca asumen protagonismo, manifestando los aspectos negativos de la ingesta excesiva de cafeína (1).

Por eso, además, es tan importante conocer la absorción de la cafeína. Esta alcanza su punto álgido aproximadamente a los 15 minutos después de ser ingerida, y en un adulto promedio, su vida media varía en un rango de 2.5 a 4.5 horas tras su consumo, aunque como siempre este intervalo puede verse influenciado por diversos factores. Por ejemplo, fumar se asocia con un notable aumento en la velocidad de metabolismo de la cafeína, reduciendo su vida media en el cuerpo en más del 50%. Por otro lado, el uso de anticonceptivos orales o el estado de gestación pueden tener un efecto contrario, prolongando la vida media de la cafeína en el organismo al duplicar o incluso triplicar su duración (2).

Existe una dosis que, programado su consumo a una hora correcta dependiendo de la velocidad de absorción de cada uno, puede ser beneficiosa para nosotros: el rango de 3 a 5 tazas al día (equivalente a un promedio de aproximadamente 400 mg de cafeína) (3, 4).

El café, ¿un aliado para prevenir la diabetes?

En concreto, en la diabetes, se ha observado que el consumo de café reduce el riesgo de desarrollar la enfermedad (5). ¿El motivo? Se cree que es el efecto de la cafeína, ya que su consumo se asocia a la promoción de la pérdida de peso, por el hecho de aumentar la sensación de saciedad y el gasto energético (6).

Por otro lado, aunque sabemos que el consumo esporádico de cafeína puede provocar efectos no deseados a corto plazo –como una reducción de la sensibilidad a la insulina–, el efecto de su consumo habitual los inhibe. Además, el café contiene otros compuestos altamente beneficiosos como los fitoquímicos, que han demostrado varios resultados metabólicos favorables (5,6).

Sabemos que la diabetes se relaciona con hasta el doble de riesgo de desarrollar enfermedad cardiovascular, y es por ello que el efecto del café sobre sus factores desencadenantes también debe ser considerado (7). Sabemos que la cafeína aumenta la presión arterial (8), pero su medición se realiza en personas habitualmente consumidoras y se ha observado que ese resultado perjudicial se pierde en consumidores regulares, incluso cuando estos son hipertensos (9).

Además, el riesgo de mortalidad por enfermedad cardiovascular se ha visto disminuida cuando comparamos personas con diabetes tipo 2 que han sido grandes consumidoras de café con aquellos iguales que no lo han ingerido de forma regular (10).

Por ello, podemos concluir que el consumo habitual de café de buena calidad, sin adición de azúcares y en dosis de 3 a 5 tazas diarias, es seguro y puede ser hasta beneficioso en el tratamiento y la prevención de patologías asociadas a la diabetes.